A veces me observo que fácilmente siento una extrema
delicadeza en el gusto que se asemeja en gran medida a la templanza de mi pasión
por ti, y que me hace más sensibles a la belleza de lo humano, en cualquiera de
sus formas y sus curvas. Cuando leo un poema o contemplo algo bello o que al
menos me lo parece, la delicadeza en mis sentimientos hace que todo se conmueva
a mí alrededor. Unas pinceladas de mis manos sobre unas curvas crean tanto entusiasmo
y satisfacción como pesar y desasosiego al pensar que cada retazo no es igual,
ni volverá a suceder otra vez ese mismo trazo ¿Absurdo?.
Una conversación
contigo es un verdadero suplicio para mí, puesto que intentar recordar cada suspiro
en ese rumor cuesta cada segundo un poquito más. En pocas palabras, la
delicadeza en ti, el gusto por ti, tiene el mismo efecto que la templanza en mi
pasión sentida. Agrandan tanto de nuestras miserias como mi felicidad, y me convierte
en un ser especialmente sensible tanto a los sufrimientos como a los placeres,
que escapan al resto de la humanidad. No obstante, no quiero que estés de
acuerdo conmigo en que, a pesar de todo esto, somos dueños a la hora de elegir
siempre un destino inalcanzable para el mismo Dios. Pero todo hombre sabio o
no, se esforzará en situar su pasión en la búsqueda de él mismo, y no hay otra
forma de alcanzarla, solo cultivando la delicadeza en mis sentimiento… Y esos
sentimientos solo los alcanzo en tus calles.
Mucha pasión, mucho amor, me gusta, no sabias que escribías así, eres un cielo
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