Llego el año 1939 y Antonio recibió un
encargo para una hermandad de Sevilla, su encargo era una dolorosa para una
hermandad de negro, de las que Antonio sabía que había que cuidar cada detalle,
que no sería una imagen de las populares quizás de las mas inadvertidas, pero
que debería ser la imagen divina de la madre, guiada a la Tristeza y con la
serenidad y la paz sosegada. Antonio enamorado de su oficio tallo una dolorosa cuyos
rasgos son los de una mujer madura, con facciones bien perfiladas y morena, que
aparecen envueltos en una clara expresión de tristeza y meditación con una
mirada perdida y baja, el gesto de la boca cerrado y una marcada tensión en el
entrecejo y en los mismos labios algo apretados. ¿Quien era, en quien se inspiro Antonio? Si Antonio reflejo a la virgen de las Tristezas en la admiración a su esposa...
Admiración
al verla, trasmitida su tristeza y serenidad al contemplar “Assueta vilescunt” dice un viejo adagio, las
cosas reiteradas se envilecen. La capacidad de admiración supone siempre “Ojos
nuevos” y nueva mirada a la persona que asombra… E incluso inspira al
sentimiento, suscitando poesía, como dijo San Tomás: “El motivo por el que el
filosofo se asemeja al poeta, es porque
los dos tienen que habérselas con lo maravilloso” y como diría un sevillano “Las
Tristezas de María es la imagen del dolor de una Sevillana y que hace uno enamorarse
de la Madre de Dios”
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