domingo, 15 de junio de 2014

El mar, cielo y el Rey..

Y miró un mar de cabezas, en su mirada perdida sólo se ve la soledad, en sus pupilas reflejo y candor de la luz. Sus pies intentan aproximarse a la orilla  de ese inmenso mar que extrémese mi cuerpo, con un escalofrió de pasión y temor. La sensación que tengo es que formo parte de algo inmenso con sólo admirar sus pies en ese monte de color lirio apagado y salado con aromas de mar. El viento apresurado cual brisa marinera marca el camino de vuelta al arrabal. La sensación del tacto de la arena bajo mis pies, amoldándose a mis curvas, me hace sentir que tengo raíces. Las raíces de un árbol abandonado en su soledad ante tal multitud que necesita la aproximación de las olas que van a morir ante él. ¿Es posible navegar ante tanta magnitud? Sus ondulaciones, semejantes a las de los sonidos que inundan el corazón del alba, dan la sensación de incertidumbre por lo que se va a vivir. Cuando la emoción se apodera del mar lo exterioriza en un intento de encontrar la paz tocando el cielo. Sus manos alcanzan lo que buscaban, el cielo, para entonces volver a ser manso de paz y aguas de arenal fino. Pero él sabe que su tranquilidad no es duradera, que volverá a erizarse de furia y en él se perderán sueños, ilusiones y vidas. Y oirá los gritos anhelando su compasión pero lo ignorará, porque él sabe que su poder reside en su magnitud, ¡Al cielo el Rey de Triana!


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