Siempre hay una mirada, unos ojos que te hacen temblar, que te hacen suspirar a cada segundo, un mirar almendrado que hacen que los pilares de tu tierra y de tu vida marquen un antes y un después en tus días, siempre hay una mujer de rostro que no puedes olvidar y que desearías ver siempre reflejada su cara en cada rincón de tus calles, de mi senda y de mi caminar eterno.
He perdido el sentido de la nostalgia, pero no de tu perfil que llora, más aún puedo sentirte en la distancia. Esa distancia mínima y milimétrica de tu rostro y el mío, que incluso me hace percibir tu aroma a rosa temprana de galilea.
Ya está cerca mi momento, el momento de partir, muchos días de no verte, han hecho que mi vida refleje el segundo a segundo de una pasión desmedida y sincera, mi último deseo antes de partir.
Besarte la mano con el último suspiro del alba.
¡Como la primera vez!.
Hablarte cara a cara como antes,
cuando los rayos de luz alcanzan la mañana.
Esa oración que era música de encanto,
melodía inconclusa de pasiones
entre nosotros que perdura por siempre
en la historia de mi fe, de mí, y de mi memoria…
Es verdad que nunca no es nunca, y tal vez, sea un deseo, te he visto al alba y de madrugada, con los rayos de sol de la tarde, con la luz del medio día y con los atardeceres malvas que tan hermosa te hacen cordobesa, que llenan mi deseo y mis sueños de esperanzas...
Si ayer fue tu día, me hubiera gustado cumplir mi deseos de estar, de verte, de robar ese beso a solas en tu casa como aquel en tu altar, rodeados de gentes y de multitud, pero a solas al fin y al cabo, y en el centro de todos solo tu, llegaste cuando más te necesitaba y yo aún no lo sabia... Felicidades, solo felicidades…
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