sábado, 23 de agosto de 2014

La sonrisa de Dios


Yo se que tu nombre para mi es como el eco de bóveda catedralicia, y aun así no dejo de gritar a modo de recuerdo muy dentro del alma, porque sin tu pasión del tiempo, irremediablemente perdería la memoria... Recostado en el diván del tiempo, intento llegar hasta tu beso postrero y a tu sonrisa infinita, donde hay un recuerdo, aún más fuerte es la nostalgia, pero más débil que mis lágrimas y más triste que mi misma tristeza... Bendecido por tu promesa, me bebo las noches enteras, sorbo a sorbo, intentando memorizar tu rostro. Voy viviendo como un ciego, intentando agudizar la música de tu cuerpo, en donde dormí mis esperanzas y te regalé mis ilusiones, para que las pasearas por las calles de mi ansiada calma... En tu nombre retrataré mis pasiones y me refugiare en relojes de arena, para calmar el tiempo poco a poco, grano a grano, donde aún quepan, mis ensueños por el amor que me ofrendes. Seré flor para ti y descenderé con tu ilusión hasta el cielo, donde habré de abogar, por tu amor y por el mío. Encenderé en cada estrella un cirio, para que cada astro, en el firmamento, te alumbre más a ti, que alumbras mi vida, y me das motivos para la existencia eterna, llena de amor... Repetiré un concepto repetido y en cada oración, de cada querubín incendiario del cielo, estará tu nombre, aunque este no sea canción, estará encendido como si fuera el sol o la misma sonrisa de Dios...

No hay comentarios:

Publicar un comentario