martes, 30 de octubre de 2012

1.586


Esta historia se inició al caer la tarde de un día de enero del año del señor de  1.586. En aquel momento se hallaba la familia alrededor de la lumbre del hogar, mantenido con piñas secas, maderos robados por las torrenteras de los caños de Carmona y troncos de los árboles tronchados por el viento que la gente depositaba en la grada sur de la S.I.C. El patriarca de aquella familia reflejaba en sus rostro una alegría serena, cansancio de los años y el saber que su puesto como carpintero llevaba a casa el jornal ganado en cada minuto de un largo día; los niños reían; el hijo mayor gallego estibador del puerto solo conocía la carga y descarga y esperaba hueco para que su padre enseñara el oficio familiar del buen trato a la madera, a los diecisiete años, era una imagen viva de la ciudad urbe que ante su corta edad para hoy antaño reflejaba rostro de varón duro por el trabajo a jornal, y la abuela con tez serena canas en los cabellos plateados como el sagrario donde siempre iba a escuchar misa, acomodada en el mejor lugar de la estancia, y aplicada a su remiendo, contaba a los niños inquietos hijos menores de Pablo, una imagen repetida de la vida en los montes de orense, sólo que en el invierno de la vida dudaba ya de su vuelta al añorado hogar. Todos los allí reunidos habían llegado a Sevilla, para ellos el lugar más horrible de la tierra donde el verano llega hasta octubre y el invierno se marchaba en marzo y sin avisar, pero donde el pan abunda a las familias llegaban al igual que el oro de las indias. La familia vivía en los aledaños de Santa María la Blanca, donde los picaros y contrabandistas de la época acostumbraban  con violencia a rematar negocios de faldas, cartas o taberna durante los 365 días del año y llevaban en su entraña, un frío de acero que descargaba despiadado sobre cualquiera que osara perturbar dichos negoscios. El lugar donde la familia había construido su hogar era demasiado caluroso, y además amenazado por un constante peligro. Pero a pesar de los pesares Pablo carpintero de la Catedral y devoto hermano de luz de la Virgen de la Granada. Tuvo una visita inesperada en aquella tarde ya fría, el camarlengo del Cardenal Rodrigo Castro llamaba a su puerta…

“Pablo querido amigo” le dijo mientras caminaba por el zaguán sucio y humilde de la vieja casa de la calle mal llamada Doncellas, sabes que su eminencia le ha encargado al Maese Juan de Arfe una custodia, pero hemos tenido un pequeño inconveniente y es que como sabes querido hijo, los que pertenecemos al cabildo catedralicio estamos en unas edades algo avanzadas y no tenemos la vitalidad necesaria que no el espíritu de poder trasladar la custodia, así que en estos meses mientras Maese Juan  última la custodia mira a ver una solución para trasladar dicha custodia y exponerla al pueblo…encima de su cabeza se alzaba, en efecto, un enorme peso como una  montaña tan escarpada y agreste, que la cúspide no viera ojo humano por la proporción de su altura, ese encargo del Cardenal le sobresaltaba en la noche, al no saber aun el peso y la dimensión de la carga.

Pero Pablo no desistió y miraba una y otra vez la forma de los carros de carga, pero no encontraba solución estética y robusta para la Custodia, hasta que un día al terminar su jornada como cada tarde Pablo esperaba a su retoño mayor embocar el postigo del aceite y así poder desde allí marchar junto a su casa, pero esa tarde cercana ya a la cuaresma, observo como la compañía de hijo aun portaba el saco rudimentario de los estibadores de puerto de indias, su  formas, su altura, y la posible forma de carga ilumino por unos instantes la cara de Pablo, cuando su hijo y la compañía llegaron a su altura…“¿Que miras padre? Espetó el hijo que solo vio el gesto asombrado de su padre… Pablo iluminado como profeta que va ha iniciar su sermón, le dijo enardecido y acalorado por la iluminación… Hijo hoy visto a Dios caminando por las calles de Sevilla…”

 

Lo que sigue tiene fecha y nombre, como dijo una vez no se quien ¿? Lo siguiente es ya una historia de amor que perdura en el tiempo y de cinco siglos en Sevilla…

miércoles, 24 de octubre de 2012

El año que deje de vestir mi tunica...


Recuerdo aquel septiembre como si fuera ayer, la tristeza de mi padre asolaba cada rincón de mi casa por la muerte de su hermano, de mi tío, bien sabe la Piedad que mi padre le pidió con todas su fuerzas que él no nos abandonara tan pronto, pero ella lo reclamo al lado de su hijo, recuerdo años anteriores cuando mi padre última pareja de cirio de la corporación nos hacia un guiño de humor antes de salir la hermandad “Si está nublado, Mijes no va a querer que salgamos” y yo me enfadaba y me arremolinaba alrededor del paso cosiendo a preguntas a Joaquín o algunos de los auxiliares de este, mi inocencia infantil no entendía de lluvias ni de partes meteorológicos, yo solo quería salir y disfrutar como niño que era de mi túnica morada y mi cirio color tiniebla, pero en las postrimerías de vida de mi tío Julián mi padre lo convenció para salir a nuestro lado en la Hermandad,  ya rozaba yo los quince años y mi afición por el costal crecía y crecía y solo sabia insistirle a Joaquín cuando me iba a dejar entrar en la cuadrilla “Eres muy chico pepito león – me decía una y otra vez-“. En casa de tita Juana los Viernes Santos solo se hablaba de hermandad y familia, pero yo solo quería paso y costal, ni veces que me he subido en el, siendo un chiquillo anda ya!!!... pero la muerte repentina de mi tío hizo romper la promesa de mi padre de seguir saliendo a tu lado promesa que duro más de cuarenta años,y que sigue perdurando...
 a su vez yo de ver triste a mi padre colgué el habito morado y aunque aguante unos años más en el grupo joven, no tuve ilusión por seguir asistiendo aquel patio de empedrado que me vio caer tantas veces jugando, ahora con el tiempo cuando me acerco por allí como siempre decíamos a casa de tita Juana a ver a mi Piedad, se abren miles de recuerdos,  añoranzas, y quién sabe si algún día volveré a salir con la Piedad, pero eso si al girar la cabeza antes del primer arco vea el recuerdo de toda mi gente vistiendo de nazareno en aquella vieja casa de los guardeses de tu Piedad.

jueves, 18 de octubre de 2012

IV siglos de tu dulce muerte

 
 
"Van las blandas pisadas sobre piedras desnudas.

Largas filas de negros hombres encapuchados.

Altos los capirotes, toscos las suelas rudas

Y el esparto que ciñe con rigor los costados.



Cristo viene a lo lejos, entre cuatro blandones.

Con el alba que sale, ya los pájaros pían,

En la calle San Pablo se evaporan los sones

Y los goznes del Templo, al abrirse, chirrían.



En el viernes sagrado, es la entrada silente 

Del Señor del Calvario que termina el regreso

Y se asombra la aurora y enmudece la gente

Y la luz se estrena le dedica su beso



Y a mi Cristo que duerme con su más dulce muerte

Yo le pido que cuando me desprenda lo humano

Se libere de clavos, de su sueño despierte

Y me saque del mundo agarrado a su mano"



.D.José Luis Garrido Bustamante. Pregón de la Semana Santa de Sevilla de 1990. Fragmento del Pregón, dedicado a su Hermandad del Calvario.

martes, 16 de octubre de 2012

El niño que quiso y....


De mis letras saco una historia pon cara con nombre o cara sin el, o no le pongas cara... simplemente lee y veras reflejadas muchas, siempre a alguien ya que si te ries del mundo y escribes sobre esa risa es que escribes una satira y como Quevedo lee en entre lineas y descubriras la verdadera satira de la vida...

En barrio humilde y obrero vivía un niño que quiso ser costalero...

Admiro muchos videos sobre la Semana Santa, sus pasos y sus cuadrillas, pero pronto se dio cuenta de que para ser costalero le faltaba conocer a la gente de abajo, del martillo y se busco un apodo, se volco a visitar a todos e ir a las igualas y a observarlos de reojo mientras estaban en la iguala , en el trabajo o en cualquier tertulia de bar con la copa en la mano, para así aprender algo.

Como era de veras recatado y servicial, lleno sus ágiles y humildes palabras vacias pero dulces al oido, entretenía a los otros aspirantes, en cualquier parte empezó a ser bien recibido y él perfeccionó el arte de ser mejor recibido aún.

No había quien no se encantara con su conversación y cuando llegaba era agasajado con júbilo tanto por los aspirantes como por los propios costaleros de la cuadrilla, ante los cuales, por contrarios que fueran a él en pensamiento, oficio o andar, se mostraba invariablemente comprensivo; siempre, claro,
con el ánimo de investigar a fondo la naturaleza del costalero y poder copiarla en su oficio pero... seguía sin salir de costalero y sin aprender de su esencia.

Así llegó el momento en que entre los costaleros era el más experto conocedor de la cuadrilla sin serlo, sin que se le escapara nada, aunque sin salir de costalero.

Entonces, un día dijo con todo lo que se, aunque no he salido nunca voy a ser capataz, y se fijó en el mismo, y empezó a hacerlo con entusiasmo, gozaba y se reía y se re gustaba de placer por las cosas que se le ocurrían acerca de el mismo y de cómo se ve mandando cuadrillas; pero de repente reflexionó que entre los aspirantes a costaleros que lo agasajaban había muchos como el y especialmente uno, y se iba a ver retratado el en su propio oficio ósea el oficio de la humilde charla pero no en el oficio del costalero, empezó a criticarlo y desistió de hacerlo por temor a comparación tan vana.

Después quiso aprender sobre los capataces oportunistas, y puso el ojo en otro, quien por diferentes medios auxiliares en realidad de su arte adulatorio lograba siempre conservar, o sustituir, mejorándolos; pero varios amigos suyos, y especialmente uno se veria reflejado en el, y si lo ensalzaba el se sentirían aludido, y desistió de hacerlo.

Después deseó aprender más de lo laboriosos que es formar cuadrilla, pero el pensó“que trabajaba estúpidamente sin saber el oficio, si ya me valgo de la que otro había formado y aun así no podía formar cuadrilla ya que no tenia los conocimientos”; pero por miedo de que sus amigos falsos que lo ensalzaban, y especialmente uno, se ofendieran, terminó comparándose favorablemente con el que sabía, que egoísta no hacía más que intentar e intentar dándoselas de capataz, y no desistió de hacerlo.

Después se le ocurrió hacer frente común con otros aprendices contra el oficio y enfiló su crítica; pero tantas de éstos lo habían recibido como gran capataz que temió por lastimarlos, y no desistió de hacerlo.

Finalmente elaboró una lista completa de las debilidades y los defectos de las cuadrillas y no encontró a quién dirigir sus enseñanzas, pues todos estaban en los amigos que compartían lo mismo y en él mismo.

En ese momento renunció a ser gran capataz y le empezó a dar por la humildad del capataz de barrio y esas cosas; pero a raíz de eso, ya se sabe cómo son los costaleros, todos dijeron que el pobre hacia lo que podía y ponía su empeño y ya no lo recibían tan bien ni con tanto gusto.

"El ánimo que piensa en lo que puede temer, empieza a temer en lo que puede pensar" D. Francisco de Quevedo.

miércoles, 10 de octubre de 2012

Aquella tarde de 1.972




Aquella tarde del Viernes Santo, la luz intensa color anaranjada y triste de la tarde no traían buenas noticias quizás los idus de marzo, o dios sabe que…  la Soledad estrenaba una saya de raso blanco bordada en oro por Dolores Pérez Toscano una saya que no hace justica a la bella imagen del convento Franciscano pero que si marca un antes y un después en su ajuar. Las puertas del convento de San Buenaventura se abrieron a las siete de la tarde, tal como estaba previsto, la muchedumbre ya atesoraba que el hito de la historia en la vieja urbe iba a cambiar de buenas a primeras, hizo su aparición la Cruz de Guía y se puso en la calle a pesar de la llamativa y preocupante ausencia de un personaje menos valorado y despreciado por muchos en esa época, anteriores y antiquísimas desde los tiempos remotos y oscuros de los siglos pasados, pero como cesar su decadencia estaba escrita y marcada ya con fecha en los pilares de la Hispalis cofradiera… faltaban los costaleros. La Junta de Gobierno sólo contemplaba la posibilidad de un retraso, de una falta de puntualidad, pero la realidad empezaba a ser la que desdichadamente marcaba la triste tarde de Viernes Santo y no por el hecho en sí, si no por lo que acontecería... Lo cierto es que el capataz contratado por la hermandad no se había presentado porque no disponía de cuadrilla.

El Hermano Mayor de la Soledad, solicitó al Consejo de Cofradías pasar por la Carrera Oficial tras el Cachorro, con la intención de ganar tiempo para reclutar costaleros de otras hermandades. La primera llamada fue realizada a D. 
Antonio Rechi, capataz de Montserrat, que lamentó no disponer de hombres suficientes para completar las trabajaderas de un paso entero. Ante el cariz que tomaban los acontecimientos, el Diputado Mayor reunió al cuerpo de nazarenos de la cofradía para informarles de la situación y rezar el Santo Rosario. “se rezaba el cuarto misterio, Jesús con la cruz a cuestas, cuando se presentaron en la Iglesia el Hermano Mayor de Montserrat, Guillermo Pickman Albandea, y su Mayordomo, Rafael Jiménez Cubero, comunicando que habían decidido ceder la cuadrilla del paso del Santísimo Cristo de la Conversión del Buen Ladrón, que se quedaría en su capilla.

El Cristo de la Conversión se quedó en la capilla de Montserrat, acompañado por un grupo de fieles. La Soledad alteró su itinerario para pasar por delante de la capilla de Montserrat y formar una sola y original cofradía con nazarenos de hábitos distintos que acompañaban a dos pasos de virgen. La Cruz de Guía de San Buenaventura entró detrás de San Isidoro, que acortó su llegada a La Campana por la calle Martín Villa. El recorrido de regreso de la Soledad desde la Catedral también se hizo coincidir con el de Montserrat, por las calles Alemanes y Hernando Colón, hasta llegar a la Plaza Nueva. Una vez allí, en la esquina de Tetúan, el paso de la Soledad giró a la altura de la calle Granada y esperó al palio de Montserrat. Ambos pasos se colocaron frente a frente y fueron levantados al mismo tiempo, al golpe de un solo martillo y guiados por un solo capataz, Manolo Rechi y La Soledad entró en su convento a, las dos y media de la madrugada. Al volver a la Iglesia conventual, la hermandad franciscana decidió nombrar a Montserrat hermana de honor por aquel gesto de generosidad y solidaridad sin precedentes y poner las flores de las jarras de su paso a los pies del único Cristo que se quedó sin salir en aquella Semana Santa de hace cuarenta años.

A la mañana siguiente, el Padre Rafael Bellido, presidente adjunto del Consejo de Cofradías, reunió a todos los representantes de las hermandades sevillanas en la Sala Capitular de los Servitas, hermandad que se disponía a realizar esa misma tarde su primera estación de penitencia. En correspondencia con el bello gesto del día anterior, el Consejo decidió por unanimidad invitar a Montserrat a integrarse, con el paso del Cristo de la Conversión, en la procesión del Santo Entierro que saldría esa misma tarde desde San Gregorio. Con cinco horas de antelación, Montserrat no encontró costaleros para formar una sola cuadrilla y la imagen tallada por Juan de Mesa tampoco pudo salir el Sábado Santo. La crisis de los costaleros profesionales estaba servida y finiquitada, por que dio pie a lo que sucedió justo meses después Javier Fal Conde decidió junto a la Hermandad de la Vera Cruz crear una cuadrilla de costaleros con Hermanos para la Cruz de Mayo de la Hermandad y del resto en los Estudiantes con Salvador eso es ya otra historia…..