martes, 16 de octubre de 2012

El niño que quiso y....


De mis letras saco una historia pon cara con nombre o cara sin el, o no le pongas cara... simplemente lee y veras reflejadas muchas, siempre a alguien ya que si te ries del mundo y escribes sobre esa risa es que escribes una satira y como Quevedo lee en entre lineas y descubriras la verdadera satira de la vida...

En barrio humilde y obrero vivía un niño que quiso ser costalero...

Admiro muchos videos sobre la Semana Santa, sus pasos y sus cuadrillas, pero pronto se dio cuenta de que para ser costalero le faltaba conocer a la gente de abajo, del martillo y se busco un apodo, se volco a visitar a todos e ir a las igualas y a observarlos de reojo mientras estaban en la iguala , en el trabajo o en cualquier tertulia de bar con la copa en la mano, para así aprender algo.

Como era de veras recatado y servicial, lleno sus ágiles y humildes palabras vacias pero dulces al oido, entretenía a los otros aspirantes, en cualquier parte empezó a ser bien recibido y él perfeccionó el arte de ser mejor recibido aún.

No había quien no se encantara con su conversación y cuando llegaba era agasajado con júbilo tanto por los aspirantes como por los propios costaleros de la cuadrilla, ante los cuales, por contrarios que fueran a él en pensamiento, oficio o andar, se mostraba invariablemente comprensivo; siempre, claro,
con el ánimo de investigar a fondo la naturaleza del costalero y poder copiarla en su oficio pero... seguía sin salir de costalero y sin aprender de su esencia.

Así llegó el momento en que entre los costaleros era el más experto conocedor de la cuadrilla sin serlo, sin que se le escapara nada, aunque sin salir de costalero.

Entonces, un día dijo con todo lo que se, aunque no he salido nunca voy a ser capataz, y se fijó en el mismo, y empezó a hacerlo con entusiasmo, gozaba y se reía y se re gustaba de placer por las cosas que se le ocurrían acerca de el mismo y de cómo se ve mandando cuadrillas; pero de repente reflexionó que entre los aspirantes a costaleros que lo agasajaban había muchos como el y especialmente uno, y se iba a ver retratado el en su propio oficio ósea el oficio de la humilde charla pero no en el oficio del costalero, empezó a criticarlo y desistió de hacerlo por temor a comparación tan vana.

Después quiso aprender sobre los capataces oportunistas, y puso el ojo en otro, quien por diferentes medios auxiliares en realidad de su arte adulatorio lograba siempre conservar, o sustituir, mejorándolos; pero varios amigos suyos, y especialmente uno se veria reflejado en el, y si lo ensalzaba el se sentirían aludido, y desistió de hacerlo.

Después deseó aprender más de lo laboriosos que es formar cuadrilla, pero el pensó“que trabajaba estúpidamente sin saber el oficio, si ya me valgo de la que otro había formado y aun así no podía formar cuadrilla ya que no tenia los conocimientos”; pero por miedo de que sus amigos falsos que lo ensalzaban, y especialmente uno, se ofendieran, terminó comparándose favorablemente con el que sabía, que egoísta no hacía más que intentar e intentar dándoselas de capataz, y no desistió de hacerlo.

Después se le ocurrió hacer frente común con otros aprendices contra el oficio y enfiló su crítica; pero tantas de éstos lo habían recibido como gran capataz que temió por lastimarlos, y no desistió de hacerlo.

Finalmente elaboró una lista completa de las debilidades y los defectos de las cuadrillas y no encontró a quién dirigir sus enseñanzas, pues todos estaban en los amigos que compartían lo mismo y en él mismo.

En ese momento renunció a ser gran capataz y le empezó a dar por la humildad del capataz de barrio y esas cosas; pero a raíz de eso, ya se sabe cómo son los costaleros, todos dijeron que el pobre hacia lo que podía y ponía su empeño y ya no lo recibían tan bien ni con tanto gusto.

"El ánimo que piensa en lo que puede temer, empieza a temer en lo que puede pensar" D. Francisco de Quevedo.

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