Recuerdo aquel septiembre como si fuera ayer, la tristeza de
mi padre asolaba cada rincón de mi casa por la muerte de su hermano, de mi tío,
bien sabe la Piedad que mi padre le pidió con todas su fuerzas que él no nos
abandonara tan pronto, pero ella lo reclamo al lado de su hijo, recuerdo años anteriores cuando mi padre última pareja
de cirio de la corporación nos hacia un guiño de humor antes de salir la
hermandad “Si está nublado, Mijes no va a querer que salgamos” y yo me enfadaba
y me arremolinaba alrededor del paso cosiendo a preguntas a Joaquín o algunos
de los auxiliares de este, mi inocencia infantil no entendía de lluvias ni de
partes meteorológicos, yo solo quería salir y disfrutar como niño que era de mi
túnica morada y mi cirio color tiniebla, pero en las postrimerías de vida de mi
tío Julián mi padre lo convenció para salir a nuestro lado en la
Hermandad, ya rozaba yo los quince años
y mi afición por el costal crecía y crecía y solo sabia insistirle a Joaquín
cuando me iba a dejar entrar en la cuadrilla “Eres muy chico pepito león – me decía
una y otra vez-“. En casa de tita Juana los Viernes Santos solo se hablaba de hermandad y
familia, pero yo solo quería paso y costal, ni veces que me he subido en el,
siendo un chiquillo anda ya!!!... pero la muerte repentina de mi tío hizo romper
la promesa de mi padre de seguir saliendo a tu lado promesa que duro más de
cuarenta años,y que sigue perdurando...
a su vez yo de ver triste a mi padre colgué el habito morado y aunque aguante unos años más en el grupo joven, no tuve ilusión por seguir asistiendo aquel patio de empedrado que me vio caer tantas veces jugando, ahora con el tiempo cuando me acerco por allí como siempre decíamos a casa de tita Juana a ver a mi Piedad, se abren miles de recuerdos, añoranzas, y quién sabe si algún día volveré a salir con la Piedad, pero eso si al girar la cabeza antes del primer arco vea el recuerdo de toda mi gente vistiendo de nazareno en aquella vieja casa de los guardeses de tu Piedad.
a su vez yo de ver triste a mi padre colgué el habito morado y aunque aguante unos años más en el grupo joven, no tuve ilusión por seguir asistiendo aquel patio de empedrado que me vio caer tantas veces jugando, ahora con el tiempo cuando me acerco por allí como siempre decíamos a casa de tita Juana a ver a mi Piedad, se abren miles de recuerdos, añoranzas, y quién sabe si algún día volveré a salir con la Piedad, pero eso si al girar la cabeza antes del primer arco vea el recuerdo de toda mi gente vistiendo de nazareno en aquella vieja casa de los guardeses de tu Piedad.
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