مدينة الزهراء
Madīnat
al-Zahrā Es una ciudad Palatina que mando a construir Abd al-Rahman III
al-Nasir. Los principales motivos de su construcción son de índole
político-ideológica: la dignidad de califa exige la fundación de una nueva
ciudad, símbolo de su poder, a imitación de otros califatos orientales y sobre
todo, para mostrar su superioridad sobre sus grandes enemigos, los fatimíes de la zona norte del continente africano. Además de
oponentes políticos, lo eran también en lo religioso, ya que los fatimíes,
chiíes, eran enemigos de los omeyas, mayoritariamente de la rama islámica suní.
Pero esa es la historia y no la leyenda que se escribe así…
Abd al-Rahman había traído a
Azahara desde Granada, una nazarí de rasgos árabes pero una belleza
extraordinaria, era
de tez blanca como el mármol de carrara, pero de piel aterciopelada, al
acariciar su piel era amelocotonada, suave como si los rayos de la puesta de
sol acariciara la piel en la playa de Netania. Su cuello esbelto, airoso,
estilizado y elegante donde la distinguía y la hacía más noble que su sangre de
Princesa Arabe. Su pelo recogido tras el velo se hacía entre ver de un negro
casi azulado, algodonoso, suave y delicado, sus ojos de mirada atribulada,
apesadumbrada pero cálida de mirada
perdida pero intensa de color aceitunado casi de dorada luz, misteriosa mirada, con un brillo especial que pronto se convirtió en su preferida y, para
demostrarle el amor que sentía por ella, ordenó la construcción de una ciudad
palatina; para ello contrató a los mejores arquitectos y artesanos,
compró los
materiales más preciados, maderas, mármoles, azulejos; mandó construir hermosos
jardines con flores exóticas y plantas traídas desde todos los rincones del
mundo, los pobló con hermosos pájaros de intensa gama de colores y mandó que en
ellos creciesen árboles de frutos exquisitos. Telas, sedas, alfombras, muebles,
y inciensos aromáticos comprados a los mercaderes más prestigiosos adornaban dando
color y olor a las estancias de la favorita Azahara, todo lo hizo el califa por
su amor.
Sin embargo Abd al-Rahman la
sorprendía a menudo llorando y sus constantes regalos no conseguían su sonrisa
añorada. Le preguntó el motivo de su tristeza y qué debía hacer para
contentarla, Azahara le respondió que a su tristeza el califa no podría ponerle
remedio pues lloraba por no poder contemplar la nieve que baña Sierra Nevada
desde la mirada de una niña correteando por los patios de la Alambra, él le
respondió “Yo haré que nieve para ti en Córdoba”.
Inmediatamente mandó talar un
bosque situado frente a la medina y replantarlo de almendros muy juntos,
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