miércoles, 2 de julio de 2014

Madīnat al-Zahrā


مدينة الزهراء

Madīnat al-Zahrā Es una ciudad Palatina que mando a construir  Abd al-Rahman III al-Nasir. Los principales motivos de su construcción son de índole político-ideológica: la dignidad de califa exige la fundación de una nueva ciudad, símbolo de su poder, a imitación de otros califatos orientales y sobre todo, para mostrar su superioridad sobre sus grandes enemigos, los fatimíes de la zona norte del continente africano. Además de oponentes políticos, lo eran también en lo religioso, ya que los fatimíes, chiíes, eran enemigos de los omeyas, mayoritariamente de la rama islámica suní.
Pero esa es la historia y no la leyenda que se escribe así…
   


Abd al-Rahman había traído a Azahara desde Granada, una nazarí de rasgos árabes pero una belleza extraordinaria, era de tez blanca como el mármol de carrara, pero de piel aterciopelada, al acariciar su piel era amelocotonada, suave como si los rayos de la puesta de sol acariciara la piel en la playa de Netania. Su cuello esbelto, airoso, estilizado y elegante donde la distinguía y la hacía más noble que su sangre de Princesa Arabe. Su pelo recogido tras el velo se hacía entre ver de un negro casi azulado, algodonoso, suave y delicado, sus ojos de mirada atribulada, apesadumbrada pero cálida  de mirada perdida pero intensa de color aceitunado casi de dorada luz, misteriosa mirada, con un brillo especial que  pronto se convirtió en su preferida y, para demostrarle el amor que sentía por ella, ordenó la construcción de una ciudad palatina; para ello contrató a los mejores arquitectos y artesanos,
compró los materiales más preciados, maderas, mármoles, azulejos; mandó construir hermosos jardines con flores exóticas y plantas traídas desde todos los rincones del mundo, los pobló con hermosos pájaros de intensa gama de colores y mandó que en ellos creciesen árboles de frutos exquisitos. Telas, sedas, alfombras, muebles, y inciensos aromáticos comprados a los mercaderes más prestigiosos adornaban dando color y olor a las estancias de la favorita Azahara, todo lo hizo el califa por su amor. 

Sin embargo Abd al-Rahman la sorprendía a menudo llorando y sus constantes regalos no conseguían su sonrisa añorada. Le preguntó el motivo de su tristeza y qué debía hacer para contentarla, Azahara le respondió que a su tristeza el califa no podría ponerle remedio pues lloraba por no poder contemplar la nieve que baña Sierra Nevada desde la mirada de una niña correteando por los patios de la Alambra, él le respondió “Yo haré que nieve para ti en Córdoba”.

 Inmediatamente mandó talar un bosque situado frente a la medina y replantarlo de almendros muy juntos,
asolapados unos con otros, como las caricias añoradas en la tristeza de Azahara, pero la leyenda se nutre como los cálidos rayos de sol, por que al llegar cada primavera, cuando los almendros abrían su flor blanca, el olor del jazmín y del azahar de los naranjos al pie de la Medina, la nieve hacia su aparición en Córdoba sólo para su amada Azahara, que no volvió a llorar nunca y vio el amanecer de blanca dulzura de un nuevo día.

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