lunes, 16 de abril de 2012

Pensamientos en voz alta

Como es bien sabido, las variaciones dentro del mundo del costalero, sobre todo en el ámbito de la universidad que son algunas cuadrillas y la crítica de un ciudad determinan a su vez variaciones en el valor atribuido a los capataces y sus pasos. Tales cambios, en general, obedecen a cuestiones estéticas, ideológicas y a mutaciones de tipo filosófico, aunque a veces incidan los celos o enfrentamientos personales, con el resultado de que capataces cuyo oficio, en el momento de su producción, fue valorada desde el punto de vista crítico y ávidamente recibido por el cofrade común, de a pie, en una ciudad como Sevilla y el exterior, al pasar el tiempo y cambiar los protagonistas del mencionado mundo, "desaparecen" casi totalmente de la enseñanza y la crítica, en una operación de "ninguneo" que, en los últimos años, se ha vuelto bastante característica de diversos personajes que pretenden abarcar la totalidad de nuestra semana santa.

En relación con este fenómeno, una de cuyas víctimas ha sido la propia fisonomía de las hermandades, nada más bienvenido que la excelente crítica de ciertas cuadrillas que aún lloviendo a mares, siguen con el izquierdo por delante o el costero aliviado. Este análisis significa, tanto desde la perspectiva textual como crítica, una "puesta a punto" de esas cuadrillas que tanto impacto tuvo en el momento que surgió espontanea desde su primera estación de penitencia. El trabajo de un capataz cuyo planteo teórico de base es crear una cuadrilla, una idiosincrasia pura, un estado de sentimiento, por desgracia no resulta igualmente productivo desde la perspectiva crítica. En esta revisión de nuestro universo, mal que les pese a quienes lo quisieran borrar de nuestro panorama cofrade a la naturaleza pura del oficio.

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