Corría la Sevilla de los Montpensier, la Sevilla de 1848, donde la decadencia de una ciudad revestida con vestigios de oros de las indias, picaros y prostitutas en el arrabal del arenal, daba sus últimos coletazos de gloria, la Sevilla donde la Hermandad del Santísimo Cristo de la sangre y Ntra. Señora de la Encarnación hizo su última estación de penitencia desde Triana a la catedral entrando en una decadencia de la que salió a los albores de la guerra civil casi a punto de desaparecer,
la segunda corte de España donde los cambios que se produjeron en la ciudad tras la llegada de los Duques de Montpensier en 1848 da realce a la Sevilla romántica. Antonio de Orleans, era uno de los hombres más ricos de Europa, ambicioso y culto de hecho se escucho y rumoreo que se volvió de Madrid tras su fracaso en querer ser Rey de España. Como mecenas de las artes, restaura monumentos e introduce un modelo de vida poco conocido en la ciudad. El Rey naranjero mal llamado así por la huerta que explotaba en el Palacio de San Telmo, pone de moda el Rocío, el veraneo en la costa de Cádiz, de hecho muere en San Lucar de Barrameda. Pero lo más importante para el sevillano de pie de nuestros días y con letras mayúsculas es la Hermandad de la Carretería y Monserrat, que afortunadamente resurgieron en aquella segunda corte de España, el romanticismo de Bequer reflejado en nuestras cofradías….
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