domingo, 2 de septiembre de 2012

Luz de rocogida


Hay gente con un don que saben instalar ciertas visiones en la memoria y en alma.
Hay
luces
que te roban el alma con el primer rayo de  sol, y que te hacen sentir la muerte cuando te dejan de acariciar. Hay música que no suena, sueña y te hace soñar.

Por esto mismo no puedo recordar la primera vez que acaricie una tarde de agosto, como no puedo recordar cuando fue la última vez que la olvide, la caricia de las calles vacías y falta de bullicio me hace soñar con una ciudad lejana en el tiempo. Pero se que esa luz  está instalada en mi corazón.  Cuando la melancolía me asalta desde algún lugar en la lejanía, o desde algún lugar ignoto e incoloro, siempre vuelven a mi memoria las palabras de ese  poema, enmarcado en una suave luz con los primeros compases de septiembre, luz de calor aunque ya más plácido que antaño, luz color ocre cuando transita la tarde y la luz lo es todo en la frondosa arboleda de la nueva plaza en la vieja parroquia... desemboca Rioja por la calle San Pablo y la luz es más ocre, más suave y mas añorada, quizás desde mi puesto nuevo te vea más cerca pero lo vivido en estos días en la soledad estival de unas calles sin gente alguna te hacer volver a pensar y cargarte de ánimos ante el otoño que se arrima, luz ocre en la tarde y luz casi de candeleria luz de vuelta, luz de recogida...

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