domingo, 28 de diciembre de 2014

El Sol mendigo

Déjame contarte este pequeño cuento; Dicen las lenguas más antiguas, que vivió un mozo altanero, de porte serio y elegante, que no por ello menos bello, que a su paso iluminaba con su verso, era tal el ego, que quiso oscurecer los mismos rayos de luz de luna que refleja en aquel puente de barcas, que no por ojos eran del mismo olvido…
Pero incumplió una promesa al mismo Dios, y es que su belleza la perdería cuando sus primeras luces dejaran de iluminar un Guadalquivir sereno, raíz de su primer rayo, su ser deambula por un sueño de un sol mendigo, en donde nunca es suficiente una caricia de la suave brisa que recorre el alma.
Vuelan sus manos hacia la piel serena de la ciudad que habita y en su vientre, revolotean las penumbras lujuriosas del adiós enardecido por la promesa rota. Encendidos los deseos jugo a columpiar sus ansias en un haz de luces de colores con motivos de otras fiestas, como no, el tiempo que no muere y nunca frena ante el dolor, ni ante la muerte.
Su amor escala imposibles muros y solamente en la sonrisa de aquel niño encontró las fuerzas para seguir. A partir de tu primera caricia serena de calor invernal sus labios aprenden, nunca hace frío ante tu presencia, y nuevamente un abecedario de pasiones y en el corazón acelerado se escribe una lectura directa de ensueños y de ilusiones. ¡OH Híspalis! ¿Cuántos relojes habré de quebrar para rozar tus manos? Dichoso el viento que te besa cuando quiere y no te pide permiso para equilibrar las fuerzas de una vieja ciudad que no podrá ver nunca de noche. A partir de su primer beso con todo los atardeceres y sonrisa, en el inmenso sueño universal, del amor de un poeta...
Inmensa soledad, torrente de aguas serenas, de tardes interminable, sin soles, de atalaya cercana y lejana florida, alcánzame en amaneceres invernales y deja que se quiebren los primaverales lamentos de cornetas de mi madrugada. Flor de incienso aroma de la vainilla y el azahar amargo de cítricos quemados, invernadero de luces y flores de un abismo almendrados. Porque mi corazón, reclama tu presencia y nuca pudo ver la ciudad que ama con la Luz de mi Luna amada...

domingo, 14 de diciembre de 2014

El Reflejo

Hubo un cielo de estrellas y la luna tejió remansos con el río, el día que sus manos acariciaron suavemente su busto y tallaron su mirada, se detuvo la tierra, y un sueño de color, color verde como mi Esperanza, color de muralla, color de aromas y un canto que quema mi alma, pero en todo caso, nada pierdo si te alcanzo... 
No estoy inerte, solo cautivo de esa sonrisa, que ríe y que llora y que se alza en el lamento, que vive y que muere en pos de mi Esperanza... ¿Qué crees tú? Eso mismo dijo el viejo a la almena, pero ¿Quién es? No necesitaría diez mil voces, para aclamarla, para elevar mi amor a través del mar, timón y fuente de Esperanza... 

Y entre plumas blancas...
Ya se nos ocurrirá algo, 
si para eso tu mirada es eso 
y mi pasión intensiva ¿No crees qué? 
¡No! ni pensarlo, si este amor solo me arrastra,
que te busco entre calles por que ríes de día y de noche lloras
y tres siglo de llanto no basta...
¡Si! ¿Estoy loco? Como si esto fuera nuevo. 
Pero amor, ¿Quién no esté enamorado, de esa mocita que por abril que dicen que se refleja por San Gil y no estoy loco o soñando?
Por ver pisar mi tierra, el mismo suelo que me embarga,

el mismo suelo de mi Esperanza…