martes, 27 de mayo de 2014

Los ojos que une un puente

Francisco era un joven afanoso tallista que heredo el taller de Andrés Cansino, casado con Teresa que también llego como el taller por medio de su maestro, y que habiéndose quedado muy joven huérfano lo cogió como aprendiz, la vida le había criado con poco apego y vividor desconsolado, aunque su taller cerca de la calle castellar muy humilde al igual que su vivienda, tampoco era del agrado de este escultor de Utrera que tuvo que marchar a la Sevilla en el XVII en busca de fortuna y buena vida, pero que solo encontró madera y gubias viejas.
Busco incansable algo de inspiración en unos y otros escultores y pintores como su amigo Juan y en su pintura sobre alegorías, pero distantemente a él, Juan de Valdés venia de una familia de plateros cordobeses y no precisamente de la pillería de la hambruna de aquella Sevilla de tunantes y picaros, por las calles que daban a la antigua muralla y que Francisco conocía bastante bien.
Francisco visitaba con frecuencia cierta Taberna risueña con fama adquirida de sus riñas por amores entre señoritos cortesanos y nobles o por cuestión en suertes de dados, naipes y fortuna de fácil crecimientos y de más pronta perdidas, ubicada en la zona del arrabal junto al antiguo postigo del aceite camino de la rivera del río justo por donde los toneleros tenían sus almacenes.
Acostumbrada era la noche que en dichas riñas, la muerte por lances con floretes y ajustes de cuentas hubiera o hubiese según marchara la madruga, o que la partida en cuestión no fuere del agrado del incauto y sin suerte noble. Allí trabajaba Salome, era un trianera guapa, encarada y bien parecida de cabello luminoso, negro cetrino, aterciopelado, largo que reposaban en unos hombros firmes, dorados por el sol, de ojos rasgados casi almendrados pero grandes e iluminados, de cuerpo sinuoso y finas curvas que dejaba entrever tras aquellos ropajes una sugerente figura de mujer andaluza. Era cortejada noche si y madrugada también por un señorito, Conde en cuestión que vivía en un palacete de la zona cercana a la Puerta en dirección a Carmona donde los caños traían torrenteras de aguas en el invierno y era camino obligado al templete de la Cruz del Campo.

También era frecuentada aquella taberna por Evaristo un gitano muy servicial del charco de la pava, que descargaba galeones en el muelle de la dársena pero no de sus sacos y si sus riquezas, que por pillo era más conocido, junto por su enjundia y atractivo que derrochaba fama de buen amante en la zona de baños y puerta de Triana. Era bastante hábil con los amores y también con el florete, quizás demasiado impulsivo y pendenciero al cual las justas le eran de suerte y algún que otro alguacil le tenía echado el hambre y las ganas de acabar con tanto gallo para tampoco corral de la zona. Evaristo pretendía noche tras noche agradar a Salome la Trianera sin suerte alguna, con promesas entre cantes de tejares, relatos de la cava y amores que huelen a hierbabuena y romero, duro rival en el joven Conde encontró… pero la suerte de Evaristo cambio una buena noche, aquel gitano enamorado de una trianera descubrió tras la confesión de un vieja castellana que Salome no podría ser suya puesto que era una hermana de padre, que tuvo descendencia con una alfarera hacia ya veintiuna primaveras, la vieja gitana castellana le indico que era mejor para Salome que siguiera cortejada por el Noble y no por el gitano.
Aquella noche Evaristo apodado el Cachorro entre los gitanos castellanos de la zona, cruzo el puente de barcas sobre el Guadalquivir que es río y amante de dos hermanas, dispuesto a confesar a Salome que su amor imposible de sangre era y no de pasión negada por ella.
Aquel joven esbelto moreno y cale, justo antes de entrar en la Taberna Vela, encontró a traición el frió acero del florete de un Conde sevillano que también entendió como propiedad aquella Trianera que pago con monedas las ganas de ciertos alguaciles y su beneplácito para dar caza aquel gallo en corral ajeno, sin previo aviso descargo una estocada mortal sobre el vientre de aquel gitano, oculto tras la sombras de la noche y con la tenue luz de unas viejas lámparas de aceite, otra descarga sobre el brazo derecho hizo que el Cachorro apoyara su brazo herido en la pared blanca de cal tiñendo de rojo carmesí y no de pasión, cinco descargas del frío acero más obtuvo sin alegato alguno, al amparo de la noche y sin defensa, las palabras no tuvieron ninguna invitación en aquella riña.

Aquel gitano apoyado y sangrando sobre la puerta de la venta, no hizo más que marcar a los pobres testigos de tanta vida marchando en el hilo de aire que buscaba una esperanza, el Cachorro abrió sus brazos heridos buscando ese hilo de aire, una mirada perdida de muerte mirando al cielo, perdida hacia la espadaña del templo metropolitano, al fin y al cabo perdida por la muerte, uno de aquellos testigos en la misma puerta de la Taberna corrió a socorrer al joven gitano que en una sola noche su amor de pasión se convirtió en fraternal de hermana y su muerte le vino en el candor de una vida marcada por las venganzas, Francisco asistió al golpe que da la vida a marca de acero toledano y sin remedio de defensión, Francisco manchado de aquella sangre del gitano y con la vista puesta en aquel suspiro de amor o suspiro a la muerte pidiendo un segundo más de aire, Francisco hayo la inspiración en aquella expiración, que cruel es la vida y que bella dulzura tiene la muerte, que vida la de aquella muerte... 
Si alguna vez quieres ver la cara de ese gitano morir eternamente, Francisco te lo mostró, pero no lo busques en la leyenda, háyalo en la antigua calle que daba a la residencia de los gitanos castellanos, búscalo al final de castilla, donde los tejares se funden con la puesta de sol que se esconde en una atalaya del aljarafe que sirve de refugio a la leyenda y llámalo por el cachorro que seguro que dios te ilumina su camino y que volverá a cruzar el puente expirando nuevamente en busca de aquella espadaña, tras los ojos que une un puente entre Sevilla y Triana.

lunes, 12 de mayo de 2014

Hoy he vuelto a escribir

He extrañado escribir, han pasado tantos y tantos días, sin saber cómo volver hacerlo, que hasta mis palabras perdidas y sin señal de resucitar gobernaban sin timón mi alma, pero en mi mente están refugiados todos aquellos momentos que merece la pena reflejar entre renglones. Hoy por hoy hay caminos diferente por donde reflejar las emociones y trasmitir los sentimientos vividos y que tantas veces he hecho y he comprobado que llegan al corazón, que he reflejado fielmente aunque a veces no lo suficiente trasladadas a la pasión vivida y soñada, basta saber que cuando las describo mi corazón vuelve a latir esclavo de mis sentidos.

No hay nostalgia peor que añorar algo que nunca ha existido, pero es posible añorar el sueño que nunca has perdido, si me lo permitís, mi sueño, mi vida y mi pasión actualmente es reflejada fuera de mi Sevilla, lejos de mi arrabal, pero no por ello menos pasión y vuelvo a reproducir mis palabras en la noche ya de un miércoles 16 de abril “¿Quien me lo iba a decir a mí?, que he nacido en el arrabal más famoso del mundo y he tenido que venir a otro arrabal a enamorarme de una veinteañera morena y de nombre Rosario que me ha embrujado el corazón”.

He vuelto a escribir gracias a ti.